jueves, 15 de agosto de 2013

NO ESPERES QUE TE OLVIDE



NO ESPERES QUE TE OLVIDE
¿Recuerdas cuando te quedabas a dormir en la vieja casa de la Rue Saint Antoine? Apenas había amanecido y el sol del verano al entrar por la ventana jugaba con pequeñas briznas de polvo. Nos quedábamos mirándolas en silencio hasta que uno de los dos decidía levantarse para el refrescante baño matutino. Tú me decías que eran pedazos de tu alma que vagaban inquietas en busca de cariño. Me habría sonado cursi si una lágrima no hubiera brotado de donde nace la amargura. Tus expresivos ojos verdes se impregnaban de nostalgia. Sin saber muy bien a qué venía aquel comentario, sonreí. También tú sonreíste cuando te abracé acariciando tu largo cabello sedoso y claro, primero suave y después más fuerte.  Permanecimos así hasta que sonaba el aromático silbido de la cafetera. ¡Te gustaba tanto el café!
Desayunábamos como si nada ocurriese, como si el movimiento se hubiese llevado el polvo y todos nuestros problemas. ¿Aquellos días por qué no sacaste a pasear tu amargura, tus dudas, tus recelos? Cómo cuándo discutíamos por tonterías y decidíamos que llevaríamos días sin hablarnos  y te ibas a donde fuera. Andábamos y andábamos por aquel barrio bohemio, por la concurrida Rue Saint Paul Ouest de Montreal… y no regresabas hasta que, de “acuerdo mutuo”, todo lo que pensábamos y sentíamos había salido a pasear con nosotros. “Acuerdo mutuo”, siempre intercalabas algún tecnicismo legal para recordarme que eras parte de la abogacía y ella de ti.

jueves, 1 de agosto de 2013

DE UNA MADRE SORDA PARA UN HIJO



AGOSTO, TRES MESES...



Querido hijo, disculpa que te escriba, ojala dispongas de tiempo para leer esta carta. Sé que piensas que a mis años no entiendo las situaciones de la vida actual, quizá tengas razón, sobre todo porque ya no escucho nada, perdí totalmente la capacidad de oír.
Sé también que tienes mucho trabajo en el ordenador, atender a los clientes y proveedores por el teléfono, y ese stress de la vida cotidiana hace que olvides y te enfades por ciertas cosas.
Hijo, hoy es el tercer mes de la partida al descanso eterno de tu papá, mi compañero, mi esposo. Sé que lo extrañas al igual que tus hermanos, también lo extraño, y muchísimo, no sabes cuanto, él me hace mucha falta, y en soledad agobiante no puedo sustraerme al ansia de recordarlo, e inevitablemente mis lágrimas inundan mis ojos, y lloro inconsolablemente, recuerda que compartimos toda una vida, constituimos nuestra familia, llegaron ustedes…
Hoy, por cosas de la vida, mis hijos están dispersos por el mundo. Sé y entiendo que todos tienen responsabilidades familiares y velan por sus propios intereses y que cada quien dice quererme a su manera, lo cual es entendible, porque cada persona expresa sus sentimientos de forma diferente.

Hijo debe ser difícil lidiar con los achaques de una vieja como yo, te admiro por eso, también, porque toleras mi lentitud y mi disminuida capacidad de entendimiento, trato de no mortificarte, por eso me refugio en mi mundo, en ese universo callado, existencial, en ese silencio que muchas veces es desesperante, y me pregunto ¿Por qué me tuvo que pasar? tú no te imaginas hijo mío lo que se siente no poder oír, Dios quiera que nunca pierdas ese don.