miércoles, 26 de febrero de 2014

LA PANTYHOSE EN SAN VALENTIN



LA  PANTYHOSE... EN SAN VALENTIN

             La noche anterior había dejado cubierta de blanco pistas y veredas, luego, la lluvia de nostalgia regó la tarde, para que apareciera tan gris y tan plomiza, ni los pajarillos que revoloteaban posándose en las ramas de los árboles sin hojas, alegraban la ciudad.

El invierno, había encendido la calefacción, en algunos casos, las chimeneas, también, las luces de los edificios y casas familiares. Yo observaba detrás de las ventanas, al calor del hogar, sentado en mi sillón preferido y con un libro entre las manos, (era un libro otoñal, pues las hojas amarilleaban y las letras llevaban gafas después de ver a tanto lector afanado que se cubrían las piernas con mantas de polvo eterno), cómo pasaba la lluvia sembrando de noche los tejados.

También esperaba con ansia el día de “San Valentín” que con tanta fuerza de voluntad habías logrado que me contagiara del entusiasmo de nuestros amigos, y volviera a creer en la amistad y en el amor.

“Te extrañé tanto aquella tarde, recordaba nuestro viaje a Massachusetts, recorriendo el espectacular paisaje que había dejado la nieve, escuchando las sensibles notas de las canciones de Leonardo Flavio, la alegría con que seguías las letras y me pedías que cantara.

“La Quinta” de Boston, fue testigo de esa privilegiada complicidad, aquella noche, fue increíble. Cuando llegamos a casa te enfadaste por alguna tontería, y desde aquel día, dejé de percibir la sonrisa de tus ojos”.

Aquella tarde esperaba también a que llegaras, como siempre, me dieras un beso, me pasaras una mano por mi cara y me narraras como cada tarde, las incidencias de un arduo día de trabajo sin sobresaltos.

Cuando de pronto, un resplandor abrió una brecha en el cielo y se iluminó la tarde. La noche descendió hasta acabar bajo las hojas caídas y el azul escapó a raudales, y surgió la luna brillando en plenitud.

Tuve el deseo de abrazarme a la calle en el cercano barrio oriental,

lunes, 17 de febrero de 2014

DÍA DE SAN VALENTÍN



A  DÍA DE SAN VALENTÍN

No sé qué hacemos tú y yo, en este país tan frió, sentados en esta plaza donde no habíamos estado nunca. Un helor impropio de esta época del año se cuela entre nuestras ropas, pero apenas nos damos cuenta.
Todos los demás llevan jersey gruesos, incluso chaquetas con forro polar, pero nosotros no, nosotros vamos casi a cuerpo. ¿Recuerdas? Si no fuera por mamá, que siempre iba detrás de nosotros cargada con los abrigos, nos hubiésemos muerto de neumonía antes de llegar a la adolescencia.
 Pero ahora estamos solos en este país, “ella tan lejos”. “Ya no hay nadie que nos eche una chaqueta por los hombros”. El poco calor que nos queda se nos escapa por la boca. La mamá tiene la tristeza cerca, por la partida de papá al descanso eterno, además por ese lamentable silencio absoluto que la limita.

¿Recuerdas? cuando podía oírnos, participaba en nuestros  juegos de infancia y después de comer nos exigía lavarnos los dientes. Nuestro aliento, sin embargo, ya no huele a croquetas de atún. Ahora somos  hombres y olemos a lo que suelen oler los hombres, a loción de afeitado, a cuero. Ni siguiera nuestras manos parecen las de entonces. Nudosas y oscuras, nada queda ya de aquellas madejitas de lana, como decía mama, tan torpes y gordezuelas.

¿A partir de ese momento dejamos de ser niños?

martes, 11 de febrero de 2014

RAFA



RAFA

 Rafa es un falso taxista. El vive en Elizabeth, New Jersey. En realidad, es un jornalero del volante. Cuando las circunstancias lo permiten se levanta muy temprano para esperar a sus "afortunados clientes". Los años y los golpes de la vida lo han transformado. Hoy por hoy, es cuasi honesto. Ha pasado gran parte de su estadía en este país de contradicciones, trabajando como conductor de taxi sin mayores sobresaltos.
Todos los días carga unas cuantas libras de historias que lleva consigo para entregarlas antes de media noche en medio de ese lenguaje embrollado de barrio.
Lo sabe casi todo en el arte de la "escapatoria social". Que significa manejar un auto con más independencia que su vida misma, desde que tenía catorce años en su natal Santiago de Macorís, “donde los menores no trabajan en una moto por necesidad, sino por prestigio social”. Conoce casi todo de: sistema de arrastre, bujías, válvulas, alternadores y todo lo que el “Junker” le pueda proporcionar. Cada vez que le roban alguna pieza o que su economía no le permita, acudirá a Newark, donde hallará las piezas que necesita.
Tiene tres hijos (aunque uno es “entenado”, como él dice). 
A veces se entrega al “desorden”, cuando el día no ha sido suficientemente bueno para solventar una escapadita de domingo por la noche en las calles oscuras de la ciudad.
Rafa a pesar del tiempo aún no sabe los alcances del reglamento de tránsito de los Estados Unidos de Norte América, ni siguiera de este estado, pero igual participa cuando puede, movilizando a distraídos pasajeros por la Elizabeth Ave. El no tiene Medallón (permiso para circular como transporte público) ni licencia para tal fin, pero "eso" para él, no es relevante.