QUERIDA VIEJITA LINDA:
¡FELIZ DÍA PARA TODAS LAS MADRES!
Hoy tengo un nudo en la garganta porque es imposible estar contigo este 10 de Mayo, el “Gran día de las Madres”. No pienses que en esos años pasados, la motivación de esas idas repentinas era porque papá aun estaba con nosotros, y tomaba el primer vuelo de la mañana o tal vez el último de la noche; no viejita linda, como olvidarte, si te recuerdo a cada instante de mi vida.
Sabes preciosa viejita, desde esta lejanía cercana es difícil arrinconar esos recuerdos tan vivos que dejaste en cada uno de tus hijos, y ahora a estas alturas de la vida que nos encuentra dispersos por el mundo, esas remembranzas salen a relucir en cada lluvia, fiel regalo de nuestra Amazonia; en cada sonrisa que nos regalabas cuando querías decirnos “te quiero hijo, cuídate, no siempre es bueno jugar bajo la lluvia” y nosotros por el privilegio que dan los años infantiles nos creíamos dueños del mundo y pensábamos que desvariabas, pero viejita linda, las experiencias acumuladas nos pasa factura, y “cuánta razón tenías”.
¿Recuerdas? A pesar de todos los quehaceres de la casa siempre te acompañaba una atípica energía y participabas en nuestros juegos de infancia y después de comer nos exigías lavarnos los dientes. A tus hijas porque las engreías preparándoles sus comidas favoritas, y a nosotros tus hijos por nuestro aliento; sin embargo, ya no olemos a esas deliciosas croquetas de atún que nos preparabas.
Ahora ya adultos, olemos a lo que suelen oler los hombres, a loción de afeitado, a cuero. Ni siguiera nuestras manos parecen las de entonces. Nudosas como madejitas de lana, como decías, “tan torpes y gordezuelas”.
Cómo olvidarte viejita linda si te recuerdo en cada gesto de tu enfado cuando mis hermanos y yo jugábamos a la pelota en tu jardín tan cuidado y que la vitalidad de los años mozos arruinaban la grandiosidad de tu edén. Cómo olvidar si cada tarde después de supervisar las tareas de la escuela, te veíamos en esos afanes de abonar la tierra de tu lugar favorito y regar aquellas flores que tanto te gustaban.
¿Recuerdas? Que empezamos a movernos cuando aun éramos pequeños y cada vez que subíamos por las escalinatas del avión de aquella línea aérea que desapareció estabas a la expectativa de tu numerosa comitiva y enseñándonos a adaptarnos a diferentes latitudes, costumbres, y recordándonos a nuestros abuelos y bisabuelos que llegaron de algún lugar lejano.
Y cuando regresábamos de viaje nos guarecíamos al sur de la ciudad en las orillas de ese mar, y el frio y la humedad penetraban con furia la casa azul, entonces, estabas siempre detrás de nosotros con los abrigos en tus brazos para arroparnos; creo que nos hubiésemos muerto de neumonía antes de llegar a la adolescencia si no lo hubieses hecho.
Recuerdo aquella vez que decidí viajar al norte, vi tu rostro y me lanzabas besos a través de la ventana, y esa expresión dibujada sobre tu carita me hizo pensar que era tu regalo, ese gesto de amor que aun no puedo olvidar. Te despedías con la dualidad de la tristeza y la alegría, con los ojos aprisionando lágrimas que resbalaban lentamente por las mejillas simétricas al eje de tu nariz, y esas pestañas tan largas, largas como brazos extendidos, quizá, esperando un abrazo. Hoy tus labios delgados, aún en completo silencio me siguen dibujando palabras…
Viejita linda, hoy al escuchar tu voz a través del móvil me he dado cuenta que aun tienes la tristeza cerca por la partida al oriente eterno del amor de tu vida, nuestro padre. Te comprendo y pienso que quizá ese silencio absoluto que te acompaña te limita en grado sumo.
Perdóname viejita linda, no estaré contigo…
Hoy cruzaré este domingo de primavera con nostalgia y los tañidos de las campanas de alguna iglesia sonaran a soledad, pero tu nombre me llegará con los vientos suaves de primavera y recordaré aquella casa azul de nuestros sueños; las quimeras de esos años maravillosos.
Hoy me imagino desde esta lejanía cercana, verte sonreír…
Sí, me sonríes, y yo te devuelvo la sonrisa, y en la complicidad del mismo astro peregrino, estoy seguro que recordaras la letra de esa canción que tanto te gustaba en la incomparable voz, y repique de “Amor Eterno” de la gran cantante española Rocío Durcal, canción que nos hará cómplice del mismo sentimiento.
Te quiero viejita, mi Margarita linda. ¡Feliz Día Mamá!
Que el Gran Arquitecto del Universo te conceda salud y amor de todos tus hijos y nietos.
Arturo Ruiz-Sánchez
Glen Oaks, New York.
¡FELIZ DÍA PARA TODAS LAS MADRES!
Hoy tengo un nudo en la garganta porque es imposible estar contigo este 10 de Mayo, el “Gran día de las Madres”. No pienses que en esos años pasados, la motivación de esas idas repentinas era porque papá aun estaba con nosotros, y tomaba el primer vuelo de la mañana o tal vez el último de la noche; no viejita linda, como olvidarte, si te recuerdo a cada instante de mi vida.
Sabes preciosa viejita, desde esta lejanía cercana es difícil arrinconar esos recuerdos tan vivos que dejaste en cada uno de tus hijos, y ahora a estas alturas de la vida que nos encuentra dispersos por el mundo, esas remembranzas salen a relucir en cada lluvia, fiel regalo de nuestra Amazonia; en cada sonrisa que nos regalabas cuando querías decirnos “te quiero hijo, cuídate, no siempre es bueno jugar bajo la lluvia” y nosotros por el privilegio que dan los años infantiles nos creíamos dueños del mundo y pensábamos que desvariabas, pero viejita linda, las experiencias acumuladas nos pasa factura, y “cuánta razón tenías”.
¿Recuerdas? A pesar de todos los quehaceres de la casa siempre te acompañaba una atípica energía y participabas en nuestros juegos de infancia y después de comer nos exigías lavarnos los dientes. A tus hijas porque las engreías preparándoles sus comidas favoritas, y a nosotros tus hijos por nuestro aliento; sin embargo, ya no olemos a esas deliciosas croquetas de atún que nos preparabas.
Ahora ya adultos, olemos a lo que suelen oler los hombres, a loción de afeitado, a cuero. Ni siguiera nuestras manos parecen las de entonces. Nudosas como madejitas de lana, como decías, “tan torpes y gordezuelas”.
Cómo olvidarte viejita linda si te recuerdo en cada gesto de tu enfado cuando mis hermanos y yo jugábamos a la pelota en tu jardín tan cuidado y que la vitalidad de los años mozos arruinaban la grandiosidad de tu edén. Cómo olvidar si cada tarde después de supervisar las tareas de la escuela, te veíamos en esos afanes de abonar la tierra de tu lugar favorito y regar aquellas flores que tanto te gustaban.
¿Recuerdas? Que empezamos a movernos cuando aun éramos pequeños y cada vez que subíamos por las escalinatas del avión de aquella línea aérea que desapareció estabas a la expectativa de tu numerosa comitiva y enseñándonos a adaptarnos a diferentes latitudes, costumbres, y recordándonos a nuestros abuelos y bisabuelos que llegaron de algún lugar lejano.
Y cuando regresábamos de viaje nos guarecíamos al sur de la ciudad en las orillas de ese mar, y el frio y la humedad penetraban con furia la casa azul, entonces, estabas siempre detrás de nosotros con los abrigos en tus brazos para arroparnos; creo que nos hubiésemos muerto de neumonía antes de llegar a la adolescencia si no lo hubieses hecho.
Recuerdo aquella vez que decidí viajar al norte, vi tu rostro y me lanzabas besos a través de la ventana, y esa expresión dibujada sobre tu carita me hizo pensar que era tu regalo, ese gesto de amor que aun no puedo olvidar. Te despedías con la dualidad de la tristeza y la alegría, con los ojos aprisionando lágrimas que resbalaban lentamente por las mejillas simétricas al eje de tu nariz, y esas pestañas tan largas, largas como brazos extendidos, quizá, esperando un abrazo. Hoy tus labios delgados, aún en completo silencio me siguen dibujando palabras…
Viejita linda, hoy al escuchar tu voz a través del móvil me he dado cuenta que aun tienes la tristeza cerca por la partida al oriente eterno del amor de tu vida, nuestro padre. Te comprendo y pienso que quizá ese silencio absoluto que te acompaña te limita en grado sumo.
Perdóname viejita linda, no estaré contigo…
Hoy cruzaré este domingo de primavera con nostalgia y los tañidos de las campanas de alguna iglesia sonaran a soledad, pero tu nombre me llegará con los vientos suaves de primavera y recordaré aquella casa azul de nuestros sueños; las quimeras de esos años maravillosos.
Hoy me imagino desde esta lejanía cercana, verte sonreír…
Sí, me sonríes, y yo te devuelvo la sonrisa, y en la complicidad del mismo astro peregrino, estoy seguro que recordaras la letra de esa canción que tanto te gustaba en la incomparable voz, y repique de “Amor Eterno” de la gran cantante española Rocío Durcal, canción que nos hará cómplice del mismo sentimiento.
Te quiero viejita, mi Margarita linda. ¡Feliz Día Mamá!
Que el Gran Arquitecto del Universo te conceda salud y amor de todos tus hijos y nietos.
Arturo Ruiz-Sánchez
Glen Oaks, New York.
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