Aparecían los
rayos del sol entre las persianas, las ventanas dejaban pasar la luz del alba.
Repicaban las siete campanadas de la iglesia de la esquina del barrio italiano,
que más parecía un barrio latino. La luz del día se hacia notar lentamente y
los habitantes del lugar despertaban con una frialdad de ánimo,
desabridos como el invierno. Los tañidos de la campana, casi deslizaban hacia
afuera a los vecinos del sector. Ellos detestaban eso. Daba lo mismo; entonces,
comenzaba la mañana para todos, incluyendo el de: José Luis Martínez.
-! Es hora, si no te das prisa vas a llegar tarde a clases otra vez!-
-! Es hora, si no te das prisa vas a llegar tarde a clases otra vez!-
Era la
voz de la madre, imperativa como siempre, la dueña de su vida hasta ayer.
- Ya
voy, déjame un ratito más.- Se dejaba oír una voz imprecisa debajo de la
frazada mientras sus pensamientos repasaban la discusión de anoche.
- “Yo no
quería venir a este país de mier…, siempre extraño
a mis amigos. Recuerdo mucho a la abuela cuando me preparaba mis frijoles
volteados con carne asada, ella si era buena onda, me dejaba dormir hasta
cuando yo quería; y que no me hablen de mi padre, el no merece siguiera que le
recordemos…
Mi
madre es la mejor, sí ya sé que me alimentó y cuidó sola, además todo lo que
hizo por mí, no fue fácil, pero ¿Quién se cree que es?
Ya no
soy un niño, me siento grande, soy todo un hombre, sé lo que es bueno para mí y
tomo mis propias decisiones, cumplí 14. La odio, no me dejó salir con…, como
ella dice, mis malas compañías. Que sabe ella.
Bueno
hasta que no cumpla los dieciocho años de edad tengo que tolerarla. Iré camino
a la escuela y estoy tan extenuado de tanta mier… que no sé ni para qué voy,
total, no estudié nada.
Además
estoy muy contrariado con la vieja. Ayer sentía que me ardía el corazón y me
quemaban los pensamientos. Creo que quería ahorcarla, grité, insulté, lloré y
dije las mayores frases desatinadas y atroces que se puedan decir al ser que
nos dio la vida, disparates que luego me causaron un profundo dolor de cabeza,
hasta que al final no sé cómo me dormí... Pero, extraño “weed” “bud” vaya
nombrecitos que vengo a usar en gringolandia; porque no le dicen como en mi
país: mota, hierba, porro, merca.
Me
inicié compartiendo un “Blunt” (pito) con mis “niggas” panas, corillo, amigos;
y ya está, me olvidaba de todo, de la escuela, de mi puto padre, del mundo, y
la pasaba excelente.
Comer o
no comer, no importaba, pero me desesperaba, casi moría por una sola
pitada, echaba de menos el olor, el humo del pitillo que me ayudaba a no pensar
en todo lo que detestaba, a olvidar todos los problemas.
Ya no
quiero meditar… “meditar”, usa otros sinónimos, como decía el boludo del tío
Adriano, que siempre estaba enseñándome a hablar con propiedad, según él, pero
para que cojones aprender español, si siempre en la escuela me obligan a hablar
inglés, y me jode confundirme, ni siguiera me acostumbro con el Spanglish, que
carajo, siempre diré pensar; ¿pensar para qué? pensando no voy a
conseguirle “moni”, “guap”, “bread”, plata a mi vieja, ni voy a hacer que mi
puto “progenitor” vuelva a casa (en ocasiones sigo el ejemplo del boludo
de mi tío) aunque mi madre haría aguas menores si lo viera regresar. Pero
aunque me digan estúpido creo que demostraré a medio mundo que no soy ningún
retrasado para destrozarme la vida entera; cuando yo quiera dejo de fumar, dejo
el puto vicio...Y ya está.
De
pronto ella tiene razón, ¿Y si lo que dice es verdad? ¿Que la marihuana te
introduce en un laberinto, de donde es casi imposible escapar?
Bueno,
contra viento y marea llegué al cole. Estaba en la clase de historia y el profe
“scurry” ese individuo me incrustó la mirada, sentí el reproche de estar
usurpando su territorio y su cultura, ese sujeto me la tenía jurada, tuve la
certeza de que advirtió que mi cuerpo estaba allí y mi mente andaba por otro
lado, volando,
discurriendo entre las musarañas.
Justo me
miró, siempre sucedía, se le ocurrió preguntarme de la clase anterior.
-No, no
estudié nada, ¿y qué?- Escuché las palabras que salían de mi boca.
La voz
fuerte y bronca de “scurry” sonó intimidante y afligido:- “La próxima semana es el examen
y más te vale que madures, que estudies y seas responsable”-
Sus
palabras me indignaron y pregunté: ¿Qué dijo? Se cree que soy una manzana verde
o tal vez una naranja, y además ¿De qué responsabilidad me hablaba?
¿Para
qué y por qué tengo que estudiar… no nací para eso?
En esos
instantes sonó el timbre del recreo, vaya por fin la fortuna me sonrió, “pensé
en algún momento que eso que llaman suerte no era para mí”. Me pareció raro
caminar por “la soda” (el comedor de la escuela) y no ver al negro; él siempre
solía estar por allí. Mi mochila pesaba toneladas en mi pobre espalda y mi bici
me tentaba sobremanera como invitándome a salir, además me causaba
extrañeza la falta de mi amigo. Ya está, me escapé y ni el vigilante se dio
cuenta o ¿Será que lo tenía sometido o entregado a mi voluntad? Cuando estuve en la calle, me pregunté: ¿y ahora, adónde voy? A casa no, es
temprano y la vieja constantemente me controlaba hasta los horarios.
Decidí
ir a buscar a mi “nigga” y luego iría al parque Cristóbal Columbus en esa calle
Christine, de la pequeña ciudad de Elizabeth, allí siempre había amigos fumando
y además mi bici ya iba solita... El negro siempre tenía ideas geniales, pero seguro que se
había quedado durmiendo y cuando dormía ni a palos lo levantaban. Bueno algo se
me ocurriría.
Cuando
llegué a casa del negro me sorprendió ver el camión de los bomberos, la
ambulancia, carros de la policía y muchos curiosos. En la absoluta incomprensión
de lo que sucedía, me preguntaba: ¿Qué es eso? ¿Qué pasa? ¿Por qué hay tanta
gente? Y la poli?, mejor miro de lejos...
Preguntaba
a los curiosos que pasaban por mi lado: “decían que un chico se había colgado
de la rama de un árbol de la “yarda” de una casa”. ¿Quién seria?.. No sé
en que momento empecé a presentir algo malo para mí. Me acerqué un poco más al
tumulto y quise subir a un árbol en plena calle, desde las alturas pensé
observar mejor de quien se trataba…
Efectivamente,
mi presentimiento fue confirmado, vi a mi “pana” inerte, colgado, con la lengua
afuera, mirando irónicamente la hierba húmeda, arrodillada junto a él, su madre
lloraba desconsolada, mi corazón latió dolorido. No quise ni podía hablar con
nadie, huí abatido, el pecho me explotaba en las sienes y el aire de mis
pulmones apenas me daba para pedalear. Aún no sé como llegué, ni donde dejé mi
bici, entré a casa raudamente con dirección a mi habitación, cerré la ventana,
corrí las cortinas y lloré rabiosamente...
- Negro, tú sabias que siempre nos contábamos
todo, nunca te dejé solo.-
-¿Por
qué no me avisaste pedazo de boludo?-
-Si
claro, que me ibas a avisar-
-¿Será
que me sacaste la lengua como una broma de despedida?-
-¿O que
la mirada de tus ojos salidos son un semáforo en rojo que me dejaste de regalo?
Recuerdo
claramente lo que te dije sollozando:
-Está
bien negro Cristóbal Rodríguez, entendí tu mensaje, somos amigos
hasta el final. Te fuiste sin despedirte como tú querías, te entierro a ti y a
la hierba. Algún día te contaré la vida que viví, por ti y por mí. ¿Será mejor,
será peor? Yo que sé.
Arturo Ruiz-Sanchez/PEDAZOS DE TIEMPO
me complace esta lectura
ResponderEliminarLectura para la reflexion de los mas jovenes.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar