UNA CHICA INUSUAL / LA CHICA DE ROJO
Había dejado la Universidad, allí
tuve la oportunidad de conocer mujeres de todos los colores, algunas me
gustaban pero mi timidez no me permitía ser más suelto y decidido. En
aquellos días tenía la adrenalina alborotada.
Y en mi primera salida a la escuela
de la vida conseguí trabajo en una tienda de artefactos eléctricos; el dinero
era escaso y lo necesitaba.
El establecimiento se situaba en el
centro de la ciudad, desde ese entonces aquel lugar se convirtió para mí en un
ir y venir de todos los días; allí en ese espacio la ilusión de mis padres
de convertirme en un gran empresario estaban precisamente durmiendo el sueño de
los justos. Para variar, me gradué de eterno soñador el día que
conocí a una chica vestida de rojo y a la usanza gitana. La veía pasar todas
las tardes de lunes a viernes, atrevida, coqueta, luciendo su largo cabello en
armonía perfecta con su piel blanca, ojos azules; caminaba luciendo gracia,
porte de cinderella, oronda, derrochando lisuras; mientras yo, babeando por
ella. Imaginando que la hija de Eva vestida de color pecado era capaz de encenderme con tan solo verla pasar. Cruzaban
por mi mente mil preguntas:
¿Dónde vive?
¿De dónde salió?
¿Cómo se llama?
¿Cuáles serán sus
costumbres?
¿Dónde estudia?
¿Le gustaré? …
Siempre estaba sola, parecía
solitaria; intercambiábamos miradas furtivas y sonrisas tímidas, mi
extrema timidez no me permitía dirigirle palabra alguna, y todos los días me
imaginaba diciéndole, ¡hola!
Me sentía ínfimo, ella tan bella
y yo con los complejos e inseguridades del acné y las espinillas.
Era muy callado, todo eso hacía de
mis días un tormento.
Su imagen me tenía enteramente
sustraído día y noche, y consumía mis horas escuchando “La Boheme” de
Charles Aznavour. Me dejaba llevar por mis febriles fantasías e
imaginaciones; no podía distinguir si eran producto de mis largos
desvelos o realmente vencido por el cansancio me quedaba dormido y soñaba
con su cuerpo que me enloquecía, además, esa sensualidad salvaje me embriagaba.
Ese rostro de mujer, de chica de
rojo metida en mi cerebro, en mis sueños e ilusiones que se perdían
en el alma…
Era como una lucha constante, diaria,
de algunas semanas y siempre perdía. Estaba en las nubes, ensayando, conjeturando lo que
diría cuando la tuviera cerca; solo de pensarlo me perturbaba completamente.
En ese destierro interminable de
feliz insomne, sobreexcitado deambulaba en mi cerebro la figura de la chica de
rojo…
Pasé muchas tardes escasas de buenas nuevas, donde a
pesar de las señas que le enviaba ni siguiera me miraba; circunstancia que me
dejaba en una profunda melancolía que coadyuvaba a sustraerme de mis
obligaciones en la tienda y el desanimo era total. Cuando un cliente se
acercaba a preguntarme por algún producto trataba de librarme lo más pronto
posible; mis compañeros solidarios acudían en mi ayuda. Definitivamente me
descubrí embelesado y tenía que soportar el suplicio de ocho horas de esa
tienda por tan solo verla algunos minutos.
O quizá, seria verdad,
¿Qué tenía la sangre ardiendo?
Un compañero de trabajo percibió mi
desventura y me animaba a cambiar de actitud; enseñándome algunas maneras para
abordarla. Habíamos urdido un plan, salir del trabajo y seguirla…
Unas de esas tardes, cuando estaba perdiendo las
esperanzas de que se fijara en mí, la chica de rojo me brindó una sonrisa,
gesto que convirtió aquella hora en un gratísimo momento. Al día siguiente
tuvimos la oportunidad de hablar con soltura, ella decía que por ahora su
trabajo era muy importante; su padre había abandonado el hogar hacia algunos
años y no le quedaba otra opción que la de ayudar a su madre en la manutención
de sus hermanos menores.
Fue la única ocasión que tuve de hablarle, aproveché
la coyuntura para confesarle ardorosamente
mis sentimientos, quien con una sonrisa tímida y tratando de no lastimarme, me
dijo:
-Lo siento,
pero por el momento no estoy preparada para una relación.
Luego, sin decir más palabras se alejó, dejándome más
aturdido que cuando descubrí que me había flechado…
Los días siguientes fueron sombríos. La chica de rojo
no volvió a cruzar por la tienda. No la vi más. El gerente del establecimiento
amenazó con despedirme si no mejoraba el resultado en el trabajo, mis
compañeros trataban por todos los medios de que me concentrara en mis labores,
nada lograba que cambiara mi actitud.
Miguel, un compañero inexperto como yo en cuestiones
del amor, me dijo:
- Tienes la
adrenalina alborotada. Y además:
- Yo tengo la
cura para ese mal.
“Por esos caprichos del destino mi compañero se
ofreció a llevarme a calmar mis ímpetus y a tranquilizar mis hormonas”.
Efectivamente, Miguel una tarde cualquiera después del
horario de trabajo dijo:
- Tengo la dirección de un lugar para ir a
follar, chicas para escoger. Es un burdel con hembritas riquísimas.
- ¿Quieres ir? preguntó,
Le dije que no estaba preparado para ello; él en
tono irónico:
- ¿Sigues pensado en la chica color carmín? Continuó
diciendo:
- No seas boludo, necesitas relajarte.
No hice mucho esfuerzo para negarme, le dije que iría
solo por acompañarlo.
Y bueno, no muy convencido decidimos
ir.
Caminamos algunas cuadras, a esas
horas las calles estaban muy concurridas. Llegamos a un edificio vetusto, aparentemente
de oficinas, subimos por las escaleras hasta el cuarto piso; un negro alto
y robusto fungía de vigilante, nos pidió identificación (En el Perú a
los diecinueve años eras todo un ciudadano y podías ejercer cualquier
actividad).
Le mostramos el documento nacional de
identidad y todo resuelto; recorrimos por un pasadizo angosto, algo sombrío,
hasta llegar a una puerta cerrada que al sentir la cercanía de nuestros pasos
se abrió de par en par; una luz tenue y rojiza nos recibió, era un
salón grande, espacioso; ventanas vestidas con cortinas de pliegues. En la
pared cuadros de mujeres desnudas, un sofá de tres cuerpos, dos sillones y
un escritorio, como mobiliario. Una voz suave, femenina, casi imperceptible,
nos invito a entrar:
-Adelante muchachos.
Entramos, a lo lejos se escuchaba una
balada de un cantante español; en el ambiente bañado por una luz rojiza,
percibimos a una mujer mayor, nos miró de pies a cabeza; sonriente y con
malicia nos preguntó:
- ¿Cuántos
años tienen?
Eran evidentes nuestros rostros
nerviosos y juveniles,
- Diecinueve, le dijimos al
unísono.
Ella volvió a sonreír y dijo:
-Tienen a alguien o prefieren antes observar
y luego decidir.
Le dijimos:
-Queremos ver que encontramos.
Ipso facto, nos señalo un pasadizo
previo pago de S/. 100.00 soles.
Los nervios me traicionaban, era
la primera vez que visitaba un burdel... traté de que mi amigo no notara
mis miedos, habíamos caminado por un pasillo con puertas entreabiertas
mostrando mujeres desnudas en una pugna por ganar clientes.
Mi amigo se decidió muy pronto por
una de ellas; se despidió acordando que nos veríamos mas tarde en el salón;
y dándome una palmada en el brazo para que perdiera el temor, como si
presintiera que era la primera vez que usaría los servicios de una
"prestadora", me dijo:
-Tranquilo, "dale campeón".
Era difícil
olvidarme de esa chica que ocupaba mis pensamientos, hasta en ese lugar de
comercio carnal no podía desprenderme de su recuerdo y así sumido en mis
desvaríos, tratando de decidirme o elegir a alguien.
Quedé algunos segundos absorto en mis pensamientos
antes de seguir recorriendo el ambiente hasta que llamó mi atención una figura
conocida, quedé congelado… era la chica color escarlata.
Estaba allí ante mis
ojos; fue un instante de desorden en mi cerebro, me sentí
desfallecer, incrédulo lo que mis ojos veían, descorazonado; mis
fantasías e ilusiones rodaban por un abismo, sentí vértigo y un dolor
desconocido que me traspasaba el alma.
No sé en qué momento me recuperé de
ese estado; admito que percibí su sorpresa, quizá desconsuelo y turbación. Descubrí
que no le era totalmente indiferente. Tal vez de tanto mirarla había
conseguido que ella también se inquietara por mí.
Después de recobrarse me miró
fijamente, sonrió, creo que nerviosamente; eso me animó a acercarme, me
tomó de la mano y dijo:
- Entra.
Ingresé a una pequeña habitación con
una cama de dos plazas bien arreglada; además, había una mesa y sobre
ella, cremas y demás artículos de higiene personal; el silencio era total.
Entramos al lavabo y dijo:
- Desnúdate.
Me lavó el pene con agua
y jabón, presionó mi glande, y dijo:
- Que todo estaría bien.
Mi nerviosismo era evidente, no
sabía qué hacer.
Ella, obviamente experimentada en
esos menesteres, habló trivialidades que me ayudaron a entrar en confianza. En
ese momento me percaté de su belleza desnuda; brazos, hombros y
pechos con muchas pecas, senos grandes, duritos, hermosos, palpitantes; pezones
sonrosados que incitaban a pecar.
Me abrazó e inició su labor
acariciándome y besándome los bíceps, luego lentamente recorrió todo mi
cuerpo; sus labios besaban mi cuello, abdomen, ombligo, muslos, piernas; prolongó
sus caricias en mi sexo.
Mi falo permanecía flácido a pesar de
su fuerza de voluntad y constancia; lo manipulaba intensamente y no sé en qué
momento introdujo mi virilidad en aquella boca, motivo de mis sueños; lo
succionó y sentí los rigores de sus labios, mi pecho reacciono
vigorosamente; pensé que algo dentro de mi quería desbordarse, me
retiré; él estaba erecto, fuerte, viril; ella lo calibró y dijo:
- Esta riquísimo.
Me empujó suavemente hacia el centro
de la cama cuyas sabanas rosadas emanaban su olor; se acopló sobre mí,
acomodó mi sol en su intimidad y sentí que entraba hasta sus
entrañas. Lentamente empezó a cabalgarme, luego con ímpetu; experimenté
sensación de espasmos, de júbilo y la amenaza de un placer desbordante…
Regresé algunas veces al lugar donde
la encontré.
No volví a verla. Ella
dejo de transitar por esa acera todas esas tardes y yo la recuerdo aun…
Con ese andar de gitana, su
porte de cinderella y su vestido rojo.
Arturo
Ruiz-Sánchez/PEDAZOS DE TIEMPO
www.arturoruiz-sanchez.blogspot.com
https://soundcloud.com/arturoruiz-sanchez
https://www.youtube.com/playlist?list=PL
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