Expatriado desdoblamiento, el
arte de escribir de Pablo Martínez Burkett
Junto a la inteligencia creativa, una de las cualidades que más aprecio en
un escritor es su capacidad para reírse de sí mismo, de sus personajes y de las
situaciones que expone.
Los temas de ciencia ficción, fantasía y terror nunca han figurado entre
mis favoritos. Sin embargo la hábil construcción de imágenes y el educado uso de
las palabras que Pablo Martínez Burkett imprime a sus relatos en “Forjador de
penumbras” (2011) y “Los ojos de la divinidad” (2013) lograron seducirme.
Su fluida prosa, pródiga en referencias de carácter histórico y geográfico,
manejada con delicioso sentido del humor, me ha permitido viajar por una
extensa gama de disciplinas que incluyen el ocultismo, el esoterismo y la
metafísica. Pero sobre todo me ha transportado a los recodos más oscuros de la
mente humana, cuyas peligrosas trampas han sido en numerosas ocasiones escenario
de mis propios e íntimos sueños.
El mayor regalo de la literatura es la magia de sentir que la soledad ha
terminado. Al abrigo de sus textos, Martínez Burkett me ha provisto de una
compañía existencial que ha calmado por un momento la tormenta de mi espíritu.
He podido hacer el amor con febril dulzura y reír a diente partido, confirmar lecciones de vida y descubrir gustos inusitados, procesar mejor mi condición de habitante en un país ajeno. Me he asombrado reviviendo un cuento que escribí hace 2 décadas, presenciando por anticipado el libro que me encuentro escribiendo en la actualidad. La información y el conocimiento que he recibido de estas narraciones me ha llevado, por ejemplo, a fusionar perfectamente el sexo con el cine clásico.
Escritores y mutuos lectores, más de uno son los lazos que me unen a
Martínez Burkett. Admiro su vasta cultura, adquirida a través de múltiples
desplazamientos en su ejercicio profesional como abogado. Somos
además compañeros colaborando en el Periódico Irreverentes de Madrid (donde él publica
una sensacional serie por entregas semanales denominada “El retorno de la crisálida”,
que destaca por su elegante crudeza). Pero sin duda la afinidad
más sensible con este escritor argentino, que dejó a los 25 años su
natal Santa Fe, donde creció y estudió, para ir a ganarse la vida en la ciudad
de la furia, Buenos Aires, es aquella expresada con espectacular
sencillez en “Sin contraseña”: “No hacer lo esperado. No cumplir con todo.
Deshonrar la confianza de todos. Descarriarse. Consentirse. Ser otro. Eso, ser
otro”.
Sus cuentos, lejos de poner el dedo en la llaga, han significado para mí,
inesperadamente, una forma de colocar la venda sobre mis heridas.
La estética en los libros de Martínez Burkett no se limita al contenido;
las cuidadosas ediciones de Galmort y Muerde Muertos ofrece una cuota extra de
placer a la lectura. Y su blog en la red, bautizado con el
título de su cuento homónimo “El eclipse de Gyllene Drakes” (http://eleclipsedegyllenedraken.blogspot.com),
concede la oportunidad de extenderlo.
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