lunes, 28 de marzo de 2016

LA FUERZA DE LAS LÁGRIMAS

"La Fuerza de las Lágrimas".
A propósito del día internacional de la mujer, que obviamente se celebró hace algunos días, estuve recordando una anécdota.
El primer día en el internado de una escuela inicial, tenía aproximadamente entre cuatro y cinco años, iba con la consigna que me había dado mi padre: cuidar mi lápiz, borrador, tarjador y mi abecedario de cartón. Me sentaron al lado de una nena de lo más engreída, en un momento que la maestra salió del aula, la niña cogió mi útil de escritura y con el puño cerrado, estrelló mi lápiz Faber Castell contra la carpeta, ciertamente se partió en dos.
Ella reia a carcajada limpia, ante esa acción me quedé mudo de terror por perder mi carboncillo, lo único que atiné fue quitarle las dos mitades; empezó a llorar a “moco tendido”, la chiquilla gritaba y lloraba como si la estarían matando, estaba confundido por la actitud de ella, hasta que llegó la pedagoga.

MARZO



MARZO

 Marzo se deshizo del invierno.
Secando el ropero al sol y lavando en el arroyo de los colores.
Tendió la ropa de sus días sobre el hilo de tender formado por el horizonte.
Tendió primero la ropa blanca de principio de mes.

Así tendió las primeras gotas de rocío que convirtió en pequeños brotes tiernos.
Tendió las miradas que regresan del frío y también las incipientes florecillas.

Después sacudió las prendas más gruesas, las que te acercan al calor de los recuerdos y para ellas utilizó alfileres de trigo, de vida y pasión…

Y así marzo llegó a tender al día quince, la ropa más delicada y suave, la ropa de seda, de satén.

Y llamó a los pájaros que se posaron pacientes, y aleteando secaron la colada
con brisa de amaneceres.

Después, en la segunda parte del mes utilizó los rayos del sol para la ropa más oscura… la del trabajo, la ropa del sudor del inmigrante, la de las manos ásperas y el corazón inmenso.

Aquella que quería ir más lejos por veredas abiertas en la mirada de sus noches claras de luna. Aquella que se quedó sin embargo prendida de los surcos, regados de sudor y lágrimas.