jueves, 1 de agosto de 2013

DE UNA MADRE SORDA PARA UN HIJO



AGOSTO, TRES MESES...



Querido hijo, disculpa que te escriba, ojala dispongas de tiempo para leer esta carta. Sé que piensas que a mis años no entiendo las situaciones de la vida actual, quizá tengas razón, sobre todo porque ya no escucho nada, perdí totalmente la capacidad de oír.
Sé también que tienes mucho trabajo en el ordenador, atender a los clientes y proveedores por el teléfono, y ese stress de la vida cotidiana hace que olvides y te enfades por ciertas cosas.
Hijo, hoy es el tercer mes de la partida al descanso eterno de tu papá, mi compañero, mi esposo. Sé que lo extrañas al igual que tus hermanos, también lo extraño, y muchísimo, no sabes cuanto, él me hace mucha falta, y en soledad agobiante no puedo sustraerme al ansia de recordarlo, e inevitablemente mis lágrimas inundan mis ojos, y lloro inconsolablemente, recuerda que compartimos toda una vida, constituimos nuestra familia, llegaron ustedes…
Hoy, por cosas de la vida, mis hijos están dispersos por el mundo. Sé y entiendo que todos tienen responsabilidades familiares y velan por sus propios intereses y que cada quien dice quererme a su manera, lo cual es entendible, porque cada persona expresa sus sentimientos de forma diferente.

Hijo debe ser difícil lidiar con los achaques de una vieja como yo, te admiro por eso, también, porque toleras mi lentitud y mi disminuida capacidad de entendimiento, trato de no mortificarte, por eso me refugio en mi mundo, en ese universo callado, existencial, en ese silencio que muchas veces es desesperante, y me pregunto ¿Por qué me tuvo que pasar? tú no te imaginas hijo mío lo que se siente no poder oír, Dios quiera que nunca pierdas ese don.

Afortunadamente a pesar de esa desventaja me siento privilegiada, como no puedo escuchar cuando llaman, aun logro leer, ojala tus hermanos me escribieran, porque sabes, a estas alturas de la vida, vivimos de recuerdos y atesoramos esas cartas que a veces no llegan.

Hijo, bríndame unos minutos de tu valioso tiempo y háblame que yo leeré tus labios y miraré tus ojos y sabré lo que dices, porque los sentimientos solo se ven con los ojos del corazón, lo esencial es invisible a los ojos, como decía el principito del cuento que me relató en algún momento tu papá.

Escúchame aunque diga algunas tonterías, quiero compartir con alguien lo que suelo pensar en estos días, por ejemplo: cuanto daría porque todos mis hijos estuvieran conmigo como cuando eran niños, decirles cuanto los quiero, ayudarles con la tarea de la escuela, acostarlos uno por uno y contarles algún cuento, tal vez inventado, prepararles la comida favorita; desearía tener la oportunidad de ver otra vez a mi viejo, no desaprovecharía el tiempo y lo emplearía para decirle que lo amé siempre, que me siento orgullosa de ser su esposa, que a pesar de todas las vicisitudes que nos toco vivir, encontré la tranquilidad que siempre soñé, acudiría a su llamado cada vez que me necesitara, o simplemente estaría con él en la habitación viendo la tele y el programa que le gustaba; serían para mi irrelevantes las novelas que me gustaban, no sabes lo impotente que me siento cada vez que pienso que a veces perdí alguna ocasión de estar cerca a él; sé que es una bobada, pero si tan solo me escucharas unos minutos desatarías este nudo que hace algún tiempo aprisiona mi garganta.

Antes de terminar, por favor no te enojes cuando de pronto sientes mi voz muy fuerte, es que trato de controlar los decibeles, pero me es imposible, por ahora me reconforta saber que en algún momento mis expresiones dejaran de molestarte.
Hijo mío, si bien es cierto que no soy académica como dices, sin embargo, con los años muchas aguas han pasado bajo el puente de la vida, y asimilamos todas las experiencias de la existencia. Hoy solo puedo decirte, que aprendemos a vivir cuando empezamos a morir, no sé cuando me tocará, solo Dios lo sabe, empero estoy tranquila porque tengo la certeza que me reuniré con tu papá.

Hijito, pensar que te llamaba así cuando eras pequeñito, sabes, sin importar la edad para mi sigues siendo mi  niño.
Por favor cuando llamen tus hermanos y como no puedo oírles, diles que los amo.

Hoy en casa nos hemos quedado solos, y en este tercer mes de la partida de tu padre, solo te pido que me regales unos minutos para leer mi carta, y si te sobra tiempo, dame un abrazo para no sentir esta soledad que me devora.
Gracias hijo mío.
                                                                                    Te ama siempre, tu mama.


                                        Arturo Ruiz-Sánchez/PEDAZOS DE TIEMPO
                                               Glen Oaks, New York, Agosto, 2013
                                        
















1 comentario:

  1. si tiene razón, tenemos que interesarnos mas por los mayores que por ellos estamos aquí en este mundo

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