HASTA SIEMPRE, AMANTE AMIGA…
Llegaste a mi vida una tarde con la lluvia al inicio del estío. Reconozco que no te conocía, aunque a veces imaginaba que te había visto desde siempre. En aquel entonces, mis cansinos pasos devoraban las húmedas veredas de la sexta avenida. Te apoderaste de mis solitarios pensamientos, ni siquiera las calles repletas y sus laberintos fueron suficientes para retirarte de mis reflexiones. Anduve un par de horas impregnándome de olores, del aire denso, escuchando voces engarzadas, como anillos invisibles que cubrían cada espacio de una gran porción de esta gran manzana. Mis transpiraciones bañaban escandalosamente mi frente, en ese preciso momento, te vi. Te vi inmóvil, cuasi perfecta, absolutamente bella. Ataviada totalmente de negro, resplandecías como el sol del verano en plenitud. Cierta osadía desconocida afloro de mí, y breves instantes de diligencias me permitieron percibir que estabas complacida. Aceptaste mis brazos ansiosos de estrecharte, y silenciosa te dejaste llevar, bajamos presurosos al subterráneo esperando el tren N rumbo a nuestro paraíso de Astoria - Queens. La habitación nos brindó una ardiente bienvenida y la cortina roja fue una combinación perfecta con tu vestimenta. Afuera, aún se sentía el llanto de la lluvia sobre nuestro pequeño jardín y se escuchaba el eco de los tiempos agrandando las ondas de las primeras horas de la noche...nuestra primera noche.
Decidí guardar en mi retina el fulgor de ese momento y
mi viejo reloj destilaba silencioso los hitos de las mejores horas, daba
las siete, las ocho, las nueve, y la ignición del deseo en la penumbra de la habitación.
Mis manos recorrieron toda tu superficie. Me dejaba arrastrar por tu suavidad,
te exploraba toda tú con mi fuerza, con mi aliento.
Sentí tus latidos como
dolorosos dardos incrustándose en mi cerebro. Extasiado continúe reconociéndote
sigiloso por tus bordes, haciéndote mía. Cada uno de tus rincones recibió
arrobado mis dedos y mis manos. A mi paso te abrías tímidamente y esperabas
sedienta atraparme en tu centro. Me recibiste cual mariposa batiendo tus
enormes alas. Y fui tu esclavo...
Me envolvió un abanico de fuego, sentí tu energía, y
tu luz me deslumbró haciéndome cómplice de esa armoniosa entrega y no pude
mas... ¡estallé!
Fueron cinco años desde aquella noche de fines de junio que cambiaste mi imagen solitaria y triste, le diste sentido a mi vida incoherente y mediocre, te comportaste como desinteresada amiga, sensible, inmutable, tierna, dulce, adorable, fiel compañera, intensa, incansable y ardorosa amante. Nos entregamos totalmente con la seguridad de ninguna exigencia. Organizaste y ordenaste mi desorden interior de alguna manera que antes nadie pudo. Te entregaste sin reservas desde aquella noche, y tu serenidad e inteligencia me conmovieron.
Solo cinco años gocé el privilegio de encontrarte, ahora estoy triste, angustiado, temo perderte. Hace unos días que te noto fría, casi congelada, a veces lenta, tan lenta que no respondes a mis llamados. Ya no irradias aquella luz que hacían diferentes mis días e iluminaban mis noches. Te siento enferma, desvalida, una penosa agonía te envuelve. Te llevé con Pedro, tu doctor, él me dice que un maldito virus te ultrajó y que no hay nada que hacer, que eres obsoleta y que necesitas “memoria”...
Ahora siento la brisa fría de tu lejanía, ya no la quietud de mi distancia. Te miro serenamente complacido y te doy las gracias mi querida y fiel compañera LAP TOP, mi pequeña computadora.
Fueron cinco años desde aquella noche de fines de junio que cambiaste mi imagen solitaria y triste, le diste sentido a mi vida incoherente y mediocre, te comportaste como desinteresada amiga, sensible, inmutable, tierna, dulce, adorable, fiel compañera, intensa, incansable y ardorosa amante. Nos entregamos totalmente con la seguridad de ninguna exigencia. Organizaste y ordenaste mi desorden interior de alguna manera que antes nadie pudo. Te entregaste sin reservas desde aquella noche, y tu serenidad e inteligencia me conmovieron.
Solo cinco años gocé el privilegio de encontrarte, ahora estoy triste, angustiado, temo perderte. Hace unos días que te noto fría, casi congelada, a veces lenta, tan lenta que no respondes a mis llamados. Ya no irradias aquella luz que hacían diferentes mis días e iluminaban mis noches. Te siento enferma, desvalida, una penosa agonía te envuelve. Te llevé con Pedro, tu doctor, él me dice que un maldito virus te ultrajó y que no hay nada que hacer, que eres obsoleta y que necesitas “memoria”...
Ahora siento la brisa fría de tu lejanía, ya no la quietud de mi distancia. Te miro serenamente complacido y te doy las gracias mi querida y fiel compañera LAP TOP, mi pequeña computadora.
Glen
Oaks, New York.
Arturo Ruiz-Sánchez/PEDAZOS DE TIEMPO.
Arturo Ruiz-Sánchez/PEDAZOS DE TIEMPO.
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