DÍA DE SAN VALENTÍN
No sé qué
hacemos tú y yo en este país tan frio sentados en esta plaza donde no habíamos
estado nunca. Un helor impropio de esta época del año se cuela entre nuestras
ropas, pero apenas nos damos cuenta.
Todos los demás
llevan jersey gruesos, incluso chaquetas con forro polar, pero nosotros no,
nosotros vamos casi a cuerpo. ¿Recuerdas? Si no fuera por mamá que siempre iba
detrás de nosotros cargada con los abrigos nos hubiésemos muerto de neumonía
antes de llegar a la adolescencia.
Pero
ahora estamos solos en este país, “ella tan lejos”. “Ya no hay nadie que nos
eche una chaqueta por los hombros”. El poco calor que nos queda se nos escapa
por la boca. La mamá tiene la tristeza cerca por la partida de papá al descanso
eterno; además por ese lamentable silencio absoluto que la limita.
¿Recuerdas?
cuando podía oírnos, participaba en nuestros juegos de infancia y después
de comer nos exigía lavarnos los dientes. Nuestro aliento, sin embargo, ya no
huele a croquetas de atún. Ahora somos hombres y olemos a lo que suelen
oler los hombres, a loción de afeitado, a cuero. Ni siguiera nuestras manos
parecen las de entonces. Nudosas y oscuras, nada queda ya de aquellas madejitas
de lana, como decía mama, tan torpes y gordezuelas.
¿A partir de
ese momento dejamos de ser niños?
¿Cuándo nos
arrancaron el uno del otro?
Hace tan solo
unos años estábamos hechos de la misma carne, ahora todos los hermanos estamos
tan dispersos, y ahora somos como extraños que intentan remendar sin éxito esa
membrana transparente que nos mantenía unidos.
De nuevo se te
llenan los ojos de lágrimas. Me das unas palmadas en los hombros y algo se me
rompe dentro, sin gran estrépito, pero causando un dolor extraño, como si un
líquido corrosivo se derramase por mis venas. Quisiera explicarte como me
siento, pero no sé cómo hacerlo y creo que te interesa poco.
Quisiera
preguntarte por tus cosas, pero te enclaustras en ese mundo tan tuyo; entiendo
por lo que estas pasando, debe ser difícil soportar toda esa carga existencial.
Quisiera me consideraras tu amigo y poder conversar como solíamos
hacerlo. Hace ya mucho tiempo que dejamos de hablar en nuestro idioma
secreto. Ahora una vez nos hemos interesado por nuestro estado de salud y
comentando los últimos resultados de nuestra alicaída selección de fútbol, y después…ya
no sabemos que más decirnos. Es entonces cuando empiezan los suspiros, las
rápidas miradas al reloj y las expresiones vacías como “bueno”, “que tarde se
ha hecho” o “pues nada”.
Me
pregunto si a todos los hermanos les pasara lo mismo? Es posible, pero nosotros
no éramos como los demás, nunca lo hemos sido, ni siguiera ahora. Seguimos
siendo especies raras, animales extraños que no encuentran acomodo en ningún
lugar. Sé que a ti te pasa lo mismo que a mí. Es como si al separarnos nos haya
faltado siempre una parte de nosotros mismos. Desde ese entonces hemos estado
buscando ese miembro seccionado, a veces desesperadamente; cuando hubiese sido
tan fácil llamarnos por teléfono y hablar de nuestras cosas como hacíamos
antes.
Puede que ahora
sea un buen momento para volver a poner las cosas en su lugar, ahora que las
campanas tocan a soledad, su tañido lastimoso pero falso como de opereta
hace que todo el mundo se dirija hacia nosotros.
-
Todavía hueles a croquetas de atún – te digo.
-
¿A las croquetas que hacia la mamá? -Me preguntas.
-
Si, en la vieja cocina de gas.
Recuerdo
aquella vez que decidí viajar al norte, vi su rostro y me lanzaba besos a
través de la ventana, y esa expresión dibujada sobre su carita me hizo pensar
que era su regalo, un gesto de amor que aun no puedo olvidar. Ella se despedía
con la dualidad de la tristeza y alegría, con los ojos aprisionando lágrimas
resbalándose lentamente por las mejillas simétricas al eje de su nariz y esas
pestañas tan largas, largas como brazos extendidos, quizá, esperando un abrazo.
Sus labios delgados, aún en completo silencio me siguen dibujando palabras…
Me sonríes y yo
te devuelvo la sonrisa. Nos levantamos y en la complicidad de estos copos
blanquecinos y los vientos gélidos de invierno, nos dirigimos a vuestra casa. Este
sábado será el Día del amor y de la amistad, también, es el día de la
fraternidad, reconciliémonos, también, es el día de la reconciliación con
nuestra madre. Estaremos recordándola... “Por favor, no puede oír, pero si lee,
ella estará contenta, si le escribes algo”.
¡Feliz Día de
San Valentín!
Arturo Ruiz-Sánchez/PEDAZOS DE
TIEMPO
Elizabeth, NEW JERSEY.
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