Estamos acompañados por la soledad de la montaña y por la inmensidad del mar, y vemos tu silueta abuelo de cabello blanco, cada vez más difusa… Nos ensordece el silencio, nos ciega una saeta de sol oculta en el horizonte.
Sin embargo, este es nuestro lugar y queremos
continuar, subiendo, bajando o sumergiéndonos cada vez más hasta encontrar la
profundidad de nuestra esencia.
Tú te adelantaste en el camino y toda la familia nos
quedamos mirándote hasta que te borró una esquina voluptuosa del paisaje.
Quizás vas marcando el sendero para que nuestro paso
al seguirte sea más seguro. Acaso te hagas red y nos recojas si caemos en un
abismo o nos hundiéramos en las profundidades oscuras.
Sin embargo abuelo, no sabíamos que existiría un
después sin ti.
¿Acaso tú pensabas que partirías hacia un destino
sin nosotros?
Queremos soñar un poco más, que estamos juntos y
sentimos que así somos cómplices de una aventura nueva.
No tenemos temor de impulsar con nuestra
sonrisa tu invisible vuelo y podemos conmover las entrañas de la tierra
gritando un hasta luego, como tú lo pediste. Somos libres del pesar y se
aliviana nuestra carga, porque ahora la llevas tú.
Ahora esperamos que te sostengas sobre la ciénaga
hasta que nuestras manos te puedan alcanzar.
Estas allí, aquí y en ninguna parte. Te oímos en
nuestra propia voz y caminas con nosotros…
Sin embargo, sólo vemos pocos pasos en la arena.
Mientras tanto, la espuma del mar invita a un
piano a liberar sus notas más graves, y tú te elevas envuelto en un magistral
réquiem.
La noche despojada de sus luces nos cobija para
prolongar nuestro ensueño.
Cuando amanezca nuevamente y todo se cubra de
hermosura, de pronto discutirás por alguna tontería como siempre lo hacías.
Luego sin recurrir a ningún perdón, haríamos como si no hubiera pasado
nada, porque al fin, nadie tiene la razón.
Nunca supimos por qué a veces te enfadabas al punto
de quedarte en un mutismo absoluto.
Pensar que tantas veces y tan pocas veces
conversábamos por teléfono de la vida difícil que llevaste en la guerra civil
del 36, yo te decía siempre que eras desde ya un personaje histórico,
literario, imperecedero, y te prometí que estaría contigo para plasmar tus
vivencias en una crónica, en un cuento; tú me decías que me diera prisa porque
no había mucho tiempo, lamentablemente pensé que tal vez serias eterno y fallé
como tantos errores de mi vida.
Abuelo de pelo blanco, te marchaste en abril, un
viernes de primavera. Te dejamos ir porque necesitas descansar. Sin embargo
nosotros perdimos el eco aquí en la montaña.
Ahora somos cautivos de la vida y queremos
atravesar esta indefinida mudez que nos separa para tocar aunque sea tu imagen,
como en un espejo.
Por eso somos halcones heridos planeando sobre la
brisa helada que se cuela en nuestros pulmones y nos revitaliza al
devolvernos lo mejor de ti.
Aquel día que te fuiste:
- “Soy libre! nos decías. -No conozco el
miedo y nadie podrá robarme la alegría ni quitarme la vida porque estoy en paz.
Por eso recorro la montaña, camino sobre la arena
húmeda a la orilla de este mar de Vilanova que fue y será mi abrigo. Aquí estoy
y estaré libre de temor. Dibujo mi sonrisa en cada rostro y me refugio en una
etérea quietud”.
¡Afuera el viento congela los recuerdos y…hace tanto
frío! Hasta siempre abuelo de pelo blanco.
Arturo Ruiz-Sánchez
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