Secando el ropero al sol y lavando en el arroyo de los colores.
Tendió la ropa de
sus días sobre el hilo de tender formado por el horizonte, tendió primero la
ropa blanca de principio de mes.
Así tendió las
primeras gotas de rocío, que convirtió en pequeños brotes tiernos.
Tendió las miradas que
regresan del frío, y también las incipientes florecillas.
Después sacudió las
prendas más gruesas, las que te acercan al calor de los recuerdos, y para ellas
utilizó alfileres de trigo, de vida y pasión…
Y así marzo llegó a
tender al día quince, la ropa más delicada y suave, la ropa de seda, de satén.
Y llamó a los pájaros que se posaron pacientes, y aleteando secaron la colada con brisa de amaneceres.
Después, en la
segunda parte del mes utilizó los rayos del sol para la ropa más oscura… la del
trabajo, la ropa del sudor del inmigrante, la de las manos ásperas, y el
corazón inmenso.
Aquella que quería
ir más lejos, por veredas abiertas en la mirada de sus noches claras de luna. Aquella
que se quedó sin embargo, prendida de los surcos, regados de sudor y lágrimas.
Tendió por último, los
pañuelos que llegan a abril. Para entonces vivía de recuerdos, y se detuvo a
pensar; si fuera más joven, mi ropa más nueva, llegaría con promesas de tender
en las nubes, sobre el viento.
Abriría la voz
inolvidable de la primavera, sin promesas de flores que duren un día. Marzo
terminó de tender, sin ropa que secar, sin mentiras, sin promesas de reformas, sin
metáforas eternas, sin fronteras…
Y se despidió con la
voz de otro aguacero; pero observó antes de decir adiós,
como los inmigrantes
se hundían en el aroma de la tierra mojada,
y les cobijó…
Arturo Ruiz-Sánchez/SUSPIRO
Y SOMBRAS.
me gusta esta narración a mi tambien
ResponderEliminarla tierra mojada en un día soleado me encanta y hago eco de su aroma marzo, prepara la primavera.